LOS PIBES DE NECOCHEA Y GARIBALDI
jueves, 16 de agosto de 2012
Vivir en La Tablada
Tú sabes que somos Tablada…
Hay cría y corazón!
Siente el fuego, las reglas del juego
las pongo yo!
Canción Popular de barrio
I
El barrio desde Av. Circunvalación |
A cuarenta
cuadras del centro de la ciudad, nace el barrio La Tablada. Según
fuentes oficiales, en La
Tablada una persona es asesinada cada veinticuatro horas.
Casi todos los asesinatos son ajustes de cuenta. La bala no distingue ni hace
diferencias, las edades de los ultimados oscilan entre los 13 y 50 años. Muchos
de ellos, no pertenecían al barrio estaban de paso, a otros el destino les jugó
una mala pasada. Las madres del dolor, se duplican día a día.
El problema
principal de lugar no son los vecinos, no son los adolescentes, no son las
motos, tampoco el espacio geográfico donde está ubicado. El mayor problema es
la droga, que abunda por doquier.
Y allí en el
medio de tanta violencia, los vecinos del lugar, olvidados por las fuerzas
policiales y los gobernantes de turnos, intentar realizar su rutina diaria,
tratando de imaginar que es un barrio tranquilo y seguro.
II
Apenas prendó el
televisor esa mañana, los conductores de un programa matutino, dan la noticia
de la destrucción de un búnker de drogas en el barrio La Tablada. Una topadora
irrumpió en Ayacucho al 3800, y destruyó por completo una pequeña edificación
de cuatro paredes. El secretario de Seguridad Comunitaria, Ángel Ruani, agentes
de policía y del Ministerio, se jactan de la buena acción del día. A cincuenta
metros, otra búnker realiza sus actividades normales. Por esa misma calle en
trescientos metros, se encuentran otros ocho búnker. De la misma forma, los
vendedores de la “droga” se duplican, están presentes en cada kiosco, en cada
casa marcada. Tres días después, el búnker destruido volvió a emerger entre los
escombros.
Llegar a La Tablada no es fácil. El
último recorrido por el barrio del colectivo -107 o 122-, es a las 18.30. El
próximo colectivo tomará una decisión drástica: si se sube un policía para
custodiar, el chófer hará el recorrido normal, pero si no lo hace, como es
habitual, recorrerá el barrio perimetralmente, dejando a la deriva a todos los
vecinos.
Entrar allí es
sinónimo de inseguridad. El chofer mira de reojo, quiénes son los que todavía
quedamos arriba, en último semáforo antes de introducirnos al barrio en Colón y
Ayolas. Se hace la señal de la cruz, y sigue.
Las zapatillas
atadas en los tendales de luz, el gran basural que se asoma en Pasaje Villar y
Necochea, y el gran tráfico de motos, generan incertidumbre a los desconocidos,
pero para los vecinos es un paisaje común.
III
Axel, Fede, Tomy y Bruno |
Axel, recién
llega de la escuela, como la más cerca es una técnica y la mayoría de los
adolescentes del barrio concurren allí, la jornada es doble turno. Está
cansado, pero no le impide que un mensaje de texto, lo haga salir de la calle.
Es junio y hace frío. Dos cuadras al sur en Garibaldi y Necochea, Ulises y
Brian están sentados en la vereda, mirando las motos al pasar.
Axel se encuentra
con Bruno y juntos se llegan a donde estaban Ulises y Brian. Los cuatros
juntos, vuelven a la casa de Axel, donde los esperan Walter, Facu, Tommy, Lucas,Alan, Carlos y Leito. Entre todos compran una gaseosa de tres litros y papas
fritas.
Apenas me bajo
del colectivo, la cumbia, música característica del barrio, invade mis oídos.
El celular de Carlitos está a punto de explotar por la fuerte música que sale
de él.
Ulises, tiene la
gaseosa en la mano. Hace una seña y todos nos damos vuelta para escuchar lo que
va a decir, se tienta por una mueca de algunos de sus compañeros y la gaseosa
se vuelca por toda la vereda. Durante las siguientes tres horas, será él, el
punto de todas las cargas y bromas. Tiene 13 años y es el más joven del grupo,
su hermano Manu también forma parte del grupo, pero todavía no llegó, esa día
cursaba Taller a la tarde en la técnica.
Ser tantos, en
tan poco lugar, no es problema para ellos, se acomodan en donde puedan, en
cualquier lugar vacío que encuentren. Siempre tienen tema de conversación,
anécdotas que contar. Esta semana, previa a las vacaciones de invierno se
vieron todos los días. Así y todo, siempre tienen algo nuevo que contar.
IV
En SUM |
El sábado pasado,
todos fueron a bailar a SUM, la discoteca para menores que se encuentran en
Maipú y San Luis. A la salida, el papá de
Brian, se había comprometido en
irlos a buscar, pero el auto nunca arrancó. Eran las 2 de la mañana. Caminaron
hasta 9 de Julio, para tomarse la línea 122 del colectivo. Lo esperaron una
hora. Cuando se subieron, le preguntaron al chofer, si agarraría la calle
Necochea, su recorrido habitual. Pero no, debido a la ola de inseguridad el colectivo
deja de circular por el barrio a las 19 y vuelve a su recorrido habitual a las
6.30 de la madrugada. En 27 de Febrero y Colón, el conductor – iban sólo los
chicos arriba del micro- alega que siente mal y detiene el colectivo. Los
chicos se bajan y se sientan en el umbral. El colectivero prende el coche y se
aleja a gran velocidad, dejándolos a la deriva. Caminaron veinte cuadras
desiertas para llegar cada uno a su casa a las cinco de la mañana. Hoy, es una
anécdota que recuerdan entre risas.
En otra ocasión,
Axel, Manu, Ulises, Bruno y Walter, volvían de bailar en la misma línea, esta
vez el chofer prometió doblar por donde correspondía, pero al igual que la vez
anterior, no cumplió y siguió derecho sin avisar. Se bajaron en Grandoli y
Ameghino. Caminaron cinco cuadras hasta Garibaldi y Necochea, dónde Manu,
Ulises, Bruno y Walter se metieron en sus casas, Axel tuvo que caminar tres
cuadras desoladas, para llegar a su casa. Ese día llegó a las 4.30. La disco
termina 1.30, y se encuentra a treinta cuadras del barrio.
Para ellos, vivir
en La Tablada
es así. Todo cuesta el doble, todo tarda el doble. Ser aceptado afuera del
barrio, también es difícil. Apenas comentas entre desconocidos que vivís ahí,
la cara les cambia por completo, el concepto que tenían antes de vos, cambió
para siempre.
V
El Basilon en pleno ensayo |
Me siento. La
risa de estos adolescentes es contagiosa, Bruno recuerda aquella vez, que
caminó a lo de su abuela para visitarla. Una señora muy coqueta, caminaba
delante de él. La mujer, pensó que le iba a robar, y se cruzó de vereda, Bruno
también lo hizo. La mujer lo volvió a hacer, Bruno igual. Bruno adelanta su
marcha y apenas roza a la mujer para pasarla, está agarra su cartera con toda
su fuerza. Bruno se da vuelta y le dice: “Soy de La Tablada , pero no robo señora,
también hay gente buena”. La señora se queda shockeada por un momento y después
sigue su marcha. Por realizar está hazaña, se olvidó de que iba a la casa de su
abuela, y se pasa tres cuadras. Todos se burlan de él, le hacen broma. Él está
con la conciencia limpia, espera haber cambiado el concepto del barrio, por lo
menos en esa mujer.
El frío empieza a
ceder. Manu se baja del colectivo y se encuentra con sus amigos, le pide a Axel
una campera prestada. La felicidad brota de sus ojos. Le acaban de confirmar
que el día 26 de agosto tocaran con la banda que tiene junto Ulises (su
hermano), Walter, Brian, Facundo, Keis, Cocota y Lalito. La banda es reciente y
se llama El Basilon, el género es Cumbieton, una mezcla de cumbia y reggaeton.
Ulises toca el acordeón, Manu toca la conga. Ambos aprendieron a usar el
instrumento por Internet. El dinero no alcanza para pagar un profesor, pero no
impidió que alcanzar sus sueños, ser músicos. Tocar en Plaza de la Madre , el 26 de agosto
significará abrir otra puerta al mundo que tanto anhelan, más sobre, ser
teloneros del grupo de cuarteto Bambam. El sueño está a punto de cumplirse. Walter
toca el bajo, Facundo toca el güiro, Brian el timbal, Cocota el bongó, Lalito
el teclado. El cantante es Facundo. La banda surgió, el día del cumpleaños de
Ulises, con el dinero que le regalaron se compró un güiro, unos días después
Manu se compra el timbal, solo tocaban entre amigos, hasta que se les acercó
Facundo, la voz. Él fue quién consiguió la futura presentación.
VI
Mostrando sus "viseras" |
Ser adolescente
en el barrio, significa tener un bicicleta. En los días de verano, es
imprescindible tenerla. Con ella recorren lo largo y lo ancho de La Tablada. En las siestas de
verano, si uno se asoma al balcón, es posible ver una banda de amigos,
generalmente entre 10 y 15 pibes, circulando con sus bicis. La regla es muy
simple: el que no la tiene lleva la pelota. Tan es así que en el barrio hay
seis bicicleterías, que funcionan todo el año y no cierran ningún día festivo.
Estos grupos, que
ha medida que crecen de edad se van difuminando y separando, y llegando a ser
enemigos por distintas cuestiones, generalmente la droga termina con ellos, la
bicicleta los une por largo rato, con historias que después recordarán a lo
largo de los años. Los adolescentes que hoy veo andar, son hijos de otros
adolescentes que también gastaron las calles del barrio con sus dos ruedas.
Pero los tiempos
cambian. El próximo verano, estos adolescentes, crecerán. Si bien faltan seis
meses para que se aproxime, los adolescentes, tal como diría mi abuela, “crecen
rápido”. Y no recorrerán más el barrio en bici, esta vez, más crecidos, más
“grandes” y gracias a los padres, que trabajaron duro para comprárselas, la
moto transportará a estos chicos por el barrio. Algunos ya la tienen, y se
pasan lo que queda del invierno tuneándolas y otros, estudian a más no poder,
ya que solamente si pasan de año en la escuela, la tendrán.
VII
En Garibaldi y Necochea |
Oscurece en la
ciudad. Los colectivos van desapareciendo de la transitada calle Necochea. Las
motos empiezan a circular cada vez con más frecuencia. Los locales guardan la
mercadería que se encuentra en la calle, para ir cerrando. Antes de que cierre
el almacén, Axel compra la última coca del día. Algo tienen claro, para el
resto de los ciudadanos de Rosario, La Tablada es una villa, un lugar inseguro, donde da
miedo entrar. Para ellos es un barrio, que los vio crecer y donde encontraron
lo más preciado de la vida del hombre: la amistad.
¿Cuál es el mejor
barrio para vivir?, es la pregunta que me hago mientras los veo bromeando,
compinches entre ellos. La respuesta casi automática a esta pregunta, es que
no existe un mejor o un peor barrio. Ningún barrio es 100 por ciento seguro, ni
siquiera en los barrios más allegados al centro, “los más seguros”, uno no esta
100 por ciento a salvo de la realidad social de nuestro país. En La Tablada , la realidad
social se respira a cada instante. Los vecinos soportan la droga, los tiros,
las peleas. Así como lo soportan, se ayudan entre sí el almacenero fía, a esa
mujer porque sabe que sino sus hijos no comen. Los niños que llegan en puntitas
de pies a la ventana del kiosco, siempre se llevan caramelos demás, como yapa.
La humildad florece por los rincones.
Porque un ladrón
viva en el barrio no significa, que todos seamos ladrones. Porque un vecino se
drogue, no significa que todos se droguen. Que un adolescente delinca, no
significa que todos los hagan. Que los medios de comunicación “piensen” que es
un bario inseguro, no significa que los vecinos lo vivan así.
VIII
Los chicos siguen
charlando. Están tan tranquilos, relajados y serenos, que no quiero preguntar
más nada. Para mí la entrevista terminó acá. Me llevó el recuerdo un imagen
mental de todos sentados en la vereda, contando una y otra vez las mismas
historias. Le pido a Axel, mi hermano, que se cruce a almacén y compre unas pre
pizzas y queso. Esta noche, todos comemos en casa, en mi barrio La Tablada.
Así comenzó todo…
Esta
historia comenzó el verano pasado.
Desde el balcón de mi casa, podía ver como
mi hermano y sus amigos pasaban horas y horas andando en bicicleta por el Barrio La Tablada.
Algunos días daban vuelta a la manzana,
otros los recorrían de punta a punta, y otros tanto, se quedaban en la vereda,
arreglándola, para dejarla espléndida, para que todos los vecinos la miren al
pasar. Y entre aerosoles, tornillos, cámaras y herramientas, se entrelazaban
las risas y bromas de estos adolescentes. Siempre me preguntaba, porque no
elegían otro lugar de la ciudad para andar, qué les llamaba tanto la atención
para que siempre recorran el mismo lugar. La respuesta no se hizo esperar: ese lugar, era su barrio.
Un barrio, que para los demás ciudadanos de
Rosario era sinónimo de inseguridad, para ellos resulta todo lo contrario: La
Tablada los vio nacer, crecer, les dio amigos y sus primeros
amores. Cada manzana tiene un significado, cada rincón de ese barrio está
marcada por una anécdota diferente.
A ellos, no le importa el qué dirán, y
dicen con orgullo a que barrio pertenecen, aunque la mayoría siempre les da la
misma respuesta: “Bastante feo ese
barrio”. Si por ellos fueran, defenderían el barrio con capa y espada.
Cómo una década me separa de mi hermano, y
según él “yo estoy fuera de onda”,
me pareció muy buena idea poder pasar más tiempo con él y plasmar sus historias
en un papel.
Pero lo que ocurrió el jueves 17 de mayo,
hizo ratificarme una vez más, que tenía que contar la historia, para contarle a
la sociedad, que no importa de dónde se viene, y adónde se vive, un hecho de inseguridad, no puede
marcar para siempre un barrio:
Como todos los jueves, salí de mi casa para
ir al gimnasio. Eran las 16 horas, por lo tanto la tranquilidad del barrio era
absoluta: estaban en plena siesta. En la esquina de Bv. Seguí y Necochea, un
patrullero detiene a cuatro chicos que caminaban por el barrio. El policía, los arrima a la pared. Me quedó
mirando la escena desde la puerta de mi casa. Los cuatro vestían igual: conjunto
Adidas, zapatillas deportivas y gorras de diferentes colores. El policía agarra
la cachiporra y comienza a pegarle en la espalda a uno de los chicos (todos
eran menores de edad). Nunca pude entender como mis piernas cortas, llegaron
tan rápido a la esquina, dónde sucedía la escena. Le pedí al policía que pare
de pegarles –ya todos los chicos estaban
en el suelo estremecido de dolor- y me dice: “Tengo órdenes de arriba de que
todo chicos con gorra de este barrio, tiene que ser llevado a la comisaría”, y
¿por qué les pega?, le pregunté. “Para que aprendan. Este barrio es inseguro
gracias a ellos”, respondió. Luego todo
fue descontrol. Los vecinos más cercano se acercaron a repudiar los dichos del
policía, que al final me los dejó en guarda a los adolescente, y se retiró al
grito: “Total yo vivo, en el centro, ustedes son los que viven acá, cuando les
pase algo no me vengan a reclamar”. Los chicos (Tute, Mateo, y otros dos que no me acuerdo el nombre) me agradecieron,
y se fueron cada uno a su casa. En ese instante, mi hermano baja del colectivo,
después de una larga jornada escolar. Tiene puesta una gorra Nike violeta con
la pipa plateada. Siempre me pregunté que hubiese pasado, si ese día yo no
estaba ahí y mi hermano, no estaba en la escuela.
Esa historia marco un antes y un después.
Ahora si tenía que escribir. Y la primera duda que me vino a la cabeza, fue
porque están tan mal catalogados, los adolescentes de un barrio, cuando con mis
propios ojos, puede ver que no le hacen daño a nadie. Y entendí: nadie, jamás, se
sentó a escucharlo a ellos.
La entrevista se realizó el lunes de 2 de
julio, en la vereda de mi casa. Si bien, fue difícil que comiencen a hablar,
luego de varios minutos, fueron perdiendo la timidez, y empezaron a mostrarse
cómo son. Había que parar cada cinco minutos, porque llegó un momento que se
pisaban entre ellos, y hablaban todos juntos, pero de a poco nos fuimos
organizando. La entrevista duró dos horas.
Lo más gracioso, fue lo que vino después:
cómo la tecnología no está en sintonía conmigo, sin querer apreté un botón que
no correspondía del grabador, y ¡se borró todo!. Así que la tuvimos que volver
a hacer.
Para ese entonces, ya había pasado un mes.
Estaban tan emocionados por la entrevista anterior, que corrieron la voz, a otros.
Ese día esperaba a 6 chicos, pero grata fue mi sorpresa: cuando me bajé del
colectivo y me esperaban sentados en el umbral, 16 personas. Si la otra entrevista, fue desorganizada, con esta
tarde cinco horas en hacerla, en el medio las gaseosas y las papas fritas, eran
el plato del día. Y a pesar, de que sabían que se trataba de un trabajo para la facultad, todos preguntabas si la entrevista saldría
en La Capital. Me lo preguntaron tantas veces, tan ansiosos, excitados y positivos que
pienso, que ellos mismo, ¡van a terminar llevando la historia a La Capital , para que lo
publiquen!.
Durante toda la recolección de datos, creé
un grupo en Facebook, Los Chicos de Necochea (Primero el grupo se llamaba Los Pibes
de Blt (Barrio La Tablada ),
luego se cambió a Los chicos de Necochea, y después terminó siendo LOS PIBES DE NECOCHEA Y GARIBALDI), dónde cada uno
escribía lo que quería. Así puede juntar decenas de fotos, comentarios, además
desde allí le realicé preguntas a cada uno, para una pequeña biografía y para poder
conocerlos más. En ese lugar, me enteré de sus gustos y preferencias, cuáles
eran sus canciones favoritas, que otro grupo de chicos le hizo una canción al
barrio, que se juntan los viernes a jugar a la Play , entre otras cosas. Luego de la nota final del
trabajo, el grupo de Facebook, quedará como vía de comunicación para ellos. Lo
mismo pasará con el blog que se creó.
El próximo verano, estos adolescentes,
crecerán. Si bien faltan seis meses para que el verano se aproxime, los
adolescentes, tal como diría mi abuela, “crecen rápido”. Y no recorrerán más el
barrio en bici, esta vez, más crecidos, más “grandes”y gracias a los padres,
que trabajaron duro para comprárselas, la moto transportará a estos chicos por
el barrio. Algunos ya la tienen, y se pasan lo que queda del invierno
tuneándolas y otros, estudian a más no poder, ya que solamente si pasan de año
en el colegio, la tendrán. Acá, termina mi historia, pero, para ellos comienza
otra, que esperan, pueda ser contada.
Texto Argumentativo sobre Vivir en La Tablada
Según el nuevo periodismo, la investigación es una de
las bases. Como periodista tuve que manejar la mayor información posible, antes
de concretar la entrevista con los chicos. De esta manera, para cuando ellos
hablaban “en su idioma” o de algún lugar del barrio, yo lo conocía. Leer
fragmentos del libro del profesor de historia Jorge Malla, llamado
"Historia del Barrio Tablada y de la Biblioteca C.C.
Vigil", me ayudo en este paso. Además recorrí el barrio con ellos, para
sentir más de cercar sus historias. En esta historia, el periodista, asume
mayor protagonismo, ya que da su visión personal de los acontecimientos.
Otra parte que utilice del Nuevo Periodismo, es que
los textos se leen y escriben como si fueran relatos; está bien que se leen
como relatos, pero manteniendo las mismas exigencias de precisión,
verificación, objetividad e investigación del buen periodismo. No fue tarea
fácil. Hubo demasiadas entrevista que no use, pero que investigué igual, porque
me interesan saber, sobre que pensaban e la droga o de la inseguridad. Sabía
que ese testimonio no lo iba a utilizar en el relato, pero sin embargo
necesitaba la opinión de los entrevistados, para comenzar a escribir.
Hay una renovación en las formas de narración de reportajes,
crónicas y entrevistas. En vez de entrevistarlos fuera de su territorio, los
adolescentes me invitaron a pasar un día con ellos. Por esta cuestión, la
narración del relato fue diferente: palpé lo mismo que ellos, pude sentir lo
que sentían. Por eso, se utilizó un lenguaje muy urbano.
En “El periodismo vuelve a contar historias” de Eloy
Martínez, dice muy claramente que el periodismo instala siempre una pregunta.
Preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar:
ésos son los verbos capitales de una profesión en la que toda palabra es un
riesgo. En mi caso, partí de una pregunta para comenzar la investigación, pero
a medida que pasaban los días, nuevas preguntas iban aflorando. Cuando más
investigaba mas dudas tenía.
“La
narrativa como estrategia: el lector ya conoce la información, tiene una manera
personal de ver el mundo, una opinión sobre lo que pasa. La gente ya no compra
diarios para informarse. Los compra para entender, para confrontar, para
analizar, para revisar el revés y el derecho de la realidad” es lo que dice el
texto.
Según Eloy Martínez: “No se trata de narrar por
narrar. Algunos jóvenes periodistas creen, a veces, que narrar es imaginar o
inventar, sin advertir que el periodismo es un oficio extremadamente sensible,
donde la más ligera falsedad, la más ligera desviación, pueden hacer pedazos la
confianza que se ha ido creando en el lector durante años”. En mi texto, trate
de que la confianza que me brindaron estos chicos en contar sus historia, sea
lo más sincera posible, si bien, hay relatos exagerados, trato que cada
historia, este contada tal como lo hicieron ellos, por una cuestión de
confianza.
“El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a
vida completa. El periodismo no es una camisa que uno se pone encima a la hora
de ir al trabajo. Es algo que duerme con nosotros, que respira y ama con
nuestras mismas vísceras y nuestros mismos sentimientos”, tal como lo describe
Martínez, así me sentí en esta investigación.
“El
periodismo encuentra su sistema actual de representación y la verdad de su
lenguaje en el momento en que se impone una nueva ética. Según esa ética, el
periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es
una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo,
una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las
emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el
para qué y el cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo
por primera vez” explica el texto “El periodismo vuelve a contar historias”.
En el otro texto de Martínez “Ficciones Verdaderas”,
refiere: “Todo acto de narración es, como se sabe, un modo de leer la realidad
de otro modo, un intento de imponer a lo real la coherencia que no existe en la
vida. Y todo narrador, a la vez, es una esponja que absorbe lo que ve y lo que
lee para devolverlo transfigurado. El relato selecciona imágenes, palabras,
órdenes de palabras, acciones que se dan de otra manera en la realidad”. En
este relato que realicé, traté de cómo dice Martínez, leer la realidad de otro
modo, porque más allá de lo que digan los medios de comunicación sobre el
barrio, sentí que no todo era así. Que existía otra realidad, que merecía ser
contada.
Toda ficción es una reelaboración de algo real, como
sucede en la narración sobre los adolescentes del Barrio La Tablada. “En el caso de
las ficciones verdaderas el gesto de apropiación de la realidad es más evidente
y su interdependencia con el imaginario de la comunidad dentro de la cual el
texto se produce y con el momento en el cual se produce es, también, mucho más
clara” explica Martínez.
El lugar que
ocupa esa escritura: ese lugar es el lugar de la verdad. Y es el único que
vale, porque al narrar una historia, muy ligada al presente de la ciudad de
Rosario, no se puede desfigurar ningún personaje y ninguna escena.
“En
el caso del periodismo y de la historia, entonces, es el medio, el género, lo
que decide que allí está la verdad” manifiesta Martínez en Ficciones Verdaderas.
Lo que me llevó a escribir esta historia, fue por un
determinado episodio de la realidad que suscitó un inmediato interés, acaso no
por el episodio en sí mismo, sino por toda la red de significaciones que
desata.
De Ochs, me quedó con la siguiente frase sobre la
narración: “Tienen como objeto una evaluación moral de un hecho, de una acción,
de un estado sicológico”. Y tomo la palabra sicológico con todo lo que a ello
se refiere. Los ciudadanos de Rosario, que no viven en La Tablada , están
influenciados por los medios de comunicación que llaman al barrio “muy
inseguro” o “donde abunda la droga”, crean en los demás una psicosis colectiva,
sobre el lugar.
Cuando Ochs, escribe sobre la trama: “Anuda elementos
circunstanciales como escenas, agentes, instrumentos, actos, propósitos en un
esquema coherente que gira alrededor de un suceso excepcional y perturbador” en
el relato trate de describir como se sentían ellos, por las situaciones
vividas, y trate de contarlo tal cuál sucedieron.
Además Ochs, explica que la trama “Debe tener un principio,
un medio y un final. A veces, esta progresión no es tan evidente”, en mi
narración, si bien hay principio y final, cuento historias que ocurrieron en
otro contexto que se entrelazan con el presente.
Albert Chillón sostiene que el mundo “adquiere
sentido sólo en la medida en que lo traducimos lingüísticamente. Pensar,
comprender, comunicar, quiere decir abstraer y categorizar lingüísticamente”.
Esta narración no se ajusta a las
características netas de una investigación periodística. En otro momento sería
necesario investigar a todos los grupos del barrio, para hacer una radiografía
más exhaustiva del barrio.
Para Chillón "No existe una realidad objetiva
sino múltiples realidades particulares, múltiples experiencias, cada una de
ellas hecha en palabras, vivida con y en palabras que permiten hacer
inteligibles las imágenes recordadas o imaginadas, sensaciones e
instintos".
Esas realidades subjetivas adquieren sentido y son
comunicables para los demás en la medida en que son verbalizadas, puestas en
palabras y organizadas en enunciados lingüísticos. Este texto toma la realidad
de un grupo del barrio, pero existen decenas, la realidad del relato es
subjetiva a ellos. “La comunicación, pues, es el acto de poner en común las
experiencias particulares mediante enunciados, con el fin de establecer
acuerdos intersubjetivos sobre el mundo de todos, el conjunto de mapas que
conforman la cartografía que por convención cultural llamamos realidad”,
expresa Chillón.
Según Chillón, "Se somete la materia prima documental
a un tratamiento que se podría definir como fabulador. Se eliminan los
contornos precisos de hechos y situaciones auténticas para conferirles una
suerte de condición legendaria que los extirpa en parte del discurso histórico
y los traslada a una especie de mundo mítico, casi utópico y ucrónico".
Chillón agrega, "Como recurso se usan múltiples
voces que proporcionan un contrapunto. Los personajes principales, líderes,
aparece poliédricamente pintados por las voces de diferentes testimonios y, al
mismo tiempo, todos juntos, conforman un coro multitudinario y anónimo: son
entes sin biografía ni personalidad definida, simples voces desprovistas de
corporeidad". La narración estudiada, si bien en narrador es uno sólo,
muchas voces formas la historia.
"Por encima de todo, se planea la convicción y
el propósito de alcanzar un conocimiento verdadero sobre los hechos sucedidos
recomponiendo el rompecabezas documental con que cuenta el periodista cuando
empieza a escribir. Se parte de una sólida base documental pero escribe
prescindiendo de las formas expresivas del periodismo convencional: no es
necesario proporcionar al lector identificaciones ni atribuciones completas: ni
fecha el tiempo de la acción con exactitud, puede ofrecer apenas datos, pocas
cifras y nada de estadísticas; tampoco es imprescindible recrear declaraciones
de fuentes institucionales cuando no son absolutamente imprescindibles",
destaca Chillón.
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