jueves, 16 de agosto de 2012


Vivir en La Tablada





Tú sabes que somos Tablada…
Hay cría y corazón!
Siente el fuego, las reglas del juego las pongo yo!
Canción Popular de barrio


I

El barrio desde Av. Circunvalación
A cuarenta cuadras del centro de la ciudad, nace el barrio La Tablada. Según fuentes oficiales, en La Tablada una persona es asesinada cada veinticuatro horas. Casi todos los asesinatos son ajustes de cuenta. La bala no distingue ni hace diferencias, las edades de los ultimados oscilan entre los 13 y 50 años. Muchos de ellos, no pertenecían al barrio estaban de paso, a otros el destino les jugó una mala pasada. Las madres del dolor, se duplican día a día.
El problema principal de lugar no son los vecinos, no son los adolescentes, no son las motos, tampoco el espacio geográfico donde está ubicado. El mayor problema es la droga, que abunda por doquier.
Y allí en el medio de tanta violencia, los vecinos del lugar, olvidados por las fuerzas policiales y los gobernantes de turnos, intentar realizar su rutina diaria, tratando de imaginar que es un barrio tranquilo y seguro.

II

Apenas prendó el televisor esa mañana, los conductores de un programa matutino, dan la noticia de la destrucción de un búnker de drogas en el barrio La Tablada. Una topadora irrumpió en Ayacucho al 3800, y destruyó por completo una pequeña edificación de cuatro paredes. El secretario de Seguridad Comunitaria, Ángel Ruani, agentes de policía y del Ministerio, se jactan de la buena acción del día. A cincuenta metros, otra búnker realiza sus actividades normales. Por esa misma calle en trescientos metros, se encuentran otros ocho búnker. De la misma forma, los vendedores de la “droga” se duplican, están presentes en cada kiosco, en cada casa marcada. Tres días después, el búnker destruido volvió a emerger entre los escombros.
Llegar a La Tablada no es fácil. El último recorrido por el barrio del colectivo -107 o 122-, es a las 18.30. El próximo colectivo tomará una decisión drástica: si se sube un policía para custodiar, el chófer hará el recorrido normal, pero si no lo hace, como es habitual, recorrerá el barrio perimetralmente, dejando a la deriva a todos los vecinos.
Entrar allí es sinónimo de inseguridad. El chofer mira de reojo, quiénes son los que todavía quedamos arriba, en último semáforo antes de introducirnos al barrio en Colón y Ayolas. Se hace la señal de la cruz, y sigue.
Las zapatillas atadas en los tendales de luz, el gran basural que se asoma en Pasaje Villar y Necochea, y el gran tráfico de motos, generan incertidumbre a los desconocidos, pero para los vecinos es un paisaje común.

III

Axel, Fede, Tomy y Bruno
Axel, recién llega de la escuela, como la más cerca es una técnica y la mayoría de los adolescentes del barrio concurren allí, la jornada es doble turno. Está cansado, pero no le impide que un mensaje de texto, lo haga salir de la calle. Es junio y hace frío. Dos cuadras al sur en Garibaldi y Necochea, Ulises y Brian están sentados en la vereda, mirando las motos al pasar.
Axel se encuentra con Bruno y juntos se llegan a donde estaban Ulises y Brian. Los cuatros juntos, vuelven a la casa de Axel, donde los esperan Walter, Facu, Tommy, Lucas,Alan, Carlos y Leito. Entre todos compran una gaseosa de tres litros y papas fritas.
Apenas me bajo del colectivo, la cumbia, música característica del barrio, invade mis oídos. El celular de Carlitos está a punto de explotar por la fuerte música que sale de él.
Ulises, tiene la gaseosa en la mano. Hace una seña y todos nos damos vuelta para escuchar lo que va a decir, se tienta por una mueca de algunos de sus compañeros y la gaseosa se vuelca por toda la vereda. Durante las siguientes tres horas, será él, el punto de todas las cargas y bromas. Tiene 13 años y es el más joven del grupo, su hermano Manu también forma parte del grupo, pero todavía no llegó, esa día cursaba Taller a la tarde en la técnica.
Ser tantos, en tan poco lugar, no es problema para ellos, se acomodan en donde puedan, en cualquier lugar vacío que encuentren. Siempre tienen tema de conversación, anécdotas que contar. Esta semana, previa a las vacaciones de invierno se vieron todos los días. Así y todo, siempre tienen algo nuevo que contar.

IV

En SUM
El sábado pasado, todos fueron a bailar a SUM, la discoteca para menores que se encuentran en Maipú y San Luis. A la salida, el papá de  Brian,  se había comprometido en irlos a buscar, pero el auto nunca arrancó. Eran las 2 de la mañana. Caminaron hasta 9 de Julio, para tomarse la línea 122 del colectivo. Lo esperaron una hora. Cuando se subieron, le preguntaron al chofer, si agarraría la calle Necochea, su recorrido habitual. Pero no, debido a la ola de inseguridad el colectivo deja de circular por el barrio a las 19 y vuelve a su recorrido habitual a las 6.30 de la madrugada. En 27 de Febrero y Colón, el conductor – iban sólo los chicos arriba del micro- alega que siente mal y detiene el colectivo. Los chicos se bajan y se sientan en el umbral. El colectivero prende el coche y se aleja a gran velocidad, dejándolos a la deriva. Caminaron veinte cuadras desiertas para llegar cada uno a su casa a las cinco de la mañana. Hoy, es una anécdota que recuerdan entre risas.
En otra ocasión, Axel, Manu, Ulises, Bruno y Walter, volvían de bailar en la misma línea, esta vez el chofer prometió doblar por donde correspondía, pero al igual que la vez anterior, no cumplió y siguió derecho sin avisar. Se bajaron en Grandoli y Ameghino. Caminaron cinco cuadras hasta Garibaldi y Necochea, dónde Manu, Ulises, Bruno y Walter se metieron en sus casas, Axel tuvo que caminar tres cuadras desoladas, para llegar a su casa. Ese día llegó a las 4.30. La disco termina 1.30, y se encuentra a treinta cuadras del barrio.
Para ellos, vivir en La Tablada es así. Todo cuesta el doble, todo tarda el doble. Ser aceptado afuera del barrio, también es difícil. Apenas comentas entre desconocidos que vivís ahí, la cara les cambia por completo, el concepto que tenían antes de vos, cambió para siempre.

V

El Basilon en pleno ensayo
Me siento. La risa de estos adolescentes es contagiosa, Bruno recuerda aquella vez, que caminó a lo de su abuela para visitarla. Una señora muy coqueta, caminaba delante de él. La mujer, pensó que le iba a robar, y se cruzó de vereda, Bruno también lo hizo. La mujer lo volvió a hacer, Bruno igual. Bruno adelanta su marcha y apenas roza a la mujer para pasarla, está agarra su cartera con toda su fuerza. Bruno se da vuelta y le dice: “Soy de La Tablada, pero no robo señora, también hay gente buena”. La señora se queda shockeada por un momento y después sigue su marcha. Por realizar está hazaña, se olvidó de que iba a la casa de su abuela, y se pasa tres cuadras. Todos se burlan de él, le hacen broma. Él está con la conciencia limpia, espera haber cambiado el concepto del barrio, por lo menos en esa mujer.
El frío empieza a ceder. Manu se baja del colectivo y se encuentra con sus amigos, le pide a Axel una campera prestada. La felicidad brota de sus ojos. Le acaban de confirmar que el día 26 de agosto tocaran con la banda que tiene junto Ulises (su hermano), Walter, Brian, Facundo, Keis, Cocota y Lalito. La banda es reciente y se llama El Basilon, el género es Cumbieton, una mezcla de cumbia y reggaeton. Ulises toca el acordeón, Manu toca la conga. Ambos aprendieron a usar el instrumento por Internet. El dinero no alcanza para pagar un profesor, pero no impidió que alcanzar sus sueños, ser músicos. Tocar en Plaza de la Madre, el 26 de agosto significará abrir otra puerta al mundo que tanto anhelan, más sobre, ser teloneros del grupo de cuarteto Bambam. El sueño está a punto de cumplirse. Walter toca el bajo, Facundo toca el güiro, Brian el timbal, Cocota el bongó, Lalito el teclado. El cantante es Facundo. La banda surgió, el día del cumpleaños de Ulises, con el dinero que le regalaron se compró un güiro, unos días después Manu se compra el timbal, solo tocaban entre amigos, hasta que se les acercó Facundo, la voz. Él fue quién consiguió la futura presentación.

VI

Mostrando sus "viseras"
Ser adolescente en el barrio, significa tener un bicicleta. En los días de verano, es imprescindible tenerla. Con ella recorren lo largo y lo ancho de La Tablada. En las siestas de verano, si uno se asoma al balcón, es posible ver una banda de amigos, generalmente entre 10 y 15 pibes, circulando con sus bicis. La regla es muy simple: el que no la tiene lleva la pelota. Tan es así que en el barrio hay seis bicicleterías, que funcionan todo el año y no cierran ningún día festivo.
Estos grupos, que ha medida que crecen de edad se van difuminando y separando, y llegando a ser enemigos por distintas cuestiones, generalmente la droga termina con ellos, la bicicleta los une por largo rato, con historias que después recordarán a lo largo de los años. Los adolescentes que hoy veo andar, son hijos de otros adolescentes que también gastaron las calles del barrio con sus dos ruedas.
Pero los tiempos cambian. El próximo verano, estos adolescentes, crecerán. Si bien faltan seis meses para que se aproxime, los adolescentes, tal como diría mi abuela, “crecen rápido”. Y no recorrerán más el barrio en bici, esta vez, más crecidos, más “grandes” y gracias a los padres, que trabajaron duro para comprárselas, la moto transportará a estos chicos por el barrio. Algunos ya la tienen, y se pasan lo que queda del invierno tuneándolas y otros, estudian a más no poder, ya que solamente si pasan de año en la escuela, la tendrán.

VII

En Garibaldi y Necochea
Oscurece en la ciudad. Los colectivos van desapareciendo de la transitada calle Necochea. Las motos empiezan a circular cada vez con más frecuencia. Los locales guardan la mercadería que se encuentra en la calle, para ir cerrando. Antes de que cierre el almacén, Axel compra la última coca del día. Algo tienen claro, para el resto de los ciudadanos de Rosario, La Tablada es una villa, un lugar inseguro, donde da miedo entrar. Para ellos es un barrio, que los vio crecer y donde encontraron lo más preciado de la vida del hombre: la amistad.
¿Cuál es el mejor barrio para vivir?, es la pregunta que me hago mientras los veo bromeando, compinches entre ellos. La respuesta casi automática a esta pregunta, es que no existe un mejor o un peor barrio. Ningún barrio es 100 por ciento seguro, ni siquiera en los barrios más allegados al centro, “los más seguros”, uno no esta 100 por ciento a salvo de la realidad social de nuestro país. En La Tablada, la realidad social se respira a cada instante. Los vecinos soportan la droga, los tiros, las peleas. Así como lo soportan, se ayudan entre sí el almacenero fía, a esa mujer porque sabe que sino sus hijos no comen. Los niños que llegan en puntitas de pies a la ventana del kiosco, siempre se llevan caramelos demás, como yapa. La humildad florece por los rincones.
Porque un ladrón viva en el barrio no significa, que todos seamos ladrones. Porque un vecino se drogue, no significa que todos se droguen. Que un adolescente delinca, no significa que todos los hagan. Que los medios de comunicación “piensen” que es un bario inseguro, no significa que los vecinos lo vivan así.

VIII

Los chicos siguen charlando. Están tan tranquilos, relajados y serenos, que no quiero preguntar más nada. Para mí la entrevista terminó acá. Me llevó el recuerdo un imagen mental de todos sentados en la vereda, contando una y otra vez las mismas historias. Le pido a Axel, mi hermano, que se cruce a almacén y compre unas pre pizzas y queso. Esta noche, todos comemos en casa, en mi barrio La Tablada.

TRABAJO FINAL - 2012

Narración

Recopilación de Material

Texto Argumentativo

Así comenzó todo…




Esta historia comenzó el verano pasado.

Desde el balcón de mi casa, podía ver como mi hermano y sus amigos pasaban horas y horas andando en bicicleta por el Barrio La Tablada.

Algunos días daban vuelta a la manzana, otros los recorrían de punta a punta, y otros tanto, se quedaban en la vereda, arreglándola, para dejarla espléndida, para que todos los vecinos la miren al pasar. Y entre aerosoles, tornillos, cámaras y herramientas, se entrelazaban las risas y bromas de estos adolescentes. Siempre me preguntaba, porque no elegían otro lugar de la ciudad para andar, qué les llamaba tanto la atención para que siempre recorran el mismo lugar. La respuesta no se hizo esperar: ese lugar, era su barrio.

Un barrio, que para los demás ciudadanos de Rosario era sinónimo de inseguridad, para ellos resulta todo lo contrario: La Tablada los vio nacer, crecer, les dio amigos y sus primeros amores. Cada manzana tiene un significado, cada rincón de ese barrio está marcada por una anécdota diferente.
A ellos, no le importa el qué dirán, y dicen con orgullo a que barrio pertenecen, aunque la mayoría siempre les da la misma respuesta: “Bastante feo ese barrio”. Si por ellos fueran, defenderían el barrio con capa y espada.

Cómo una década me separa de mi hermano, y según él “yo estoy fuera de onda”, me pareció muy buena idea poder pasar más tiempo con él y plasmar sus historias en un papel.

Pero lo que ocurrió el jueves 17 de mayo, hizo ratificarme una vez más, que tenía que contar la historia, para contarle a la sociedad, que no importa de dónde se viene, y adónde se vive, un hecho de inseguridad, no puede marcar para siempre un barrio:

Como todos los jueves, salí de mi casa para ir al gimnasio. Eran las 16 horas, por lo tanto la tranquilidad del barrio era absoluta: estaban en plena siesta. En la esquina de Bv. Seguí y Necochea, un patrullero detiene a cuatro chicos que caminaban por el barrio.  El policía, los arrima a la pared. Me quedó mirando la escena desde la puerta de mi casa. Los cuatro vestían igual: conjunto Adidas, zapatillas deportivas y gorras de diferentes colores. El policía agarra la cachiporra y comienza a pegarle en la espalda a uno de los chicos (todos eran menores de edad). Nunca pude entender como mis piernas cortas, llegaron tan rápido a la esquina, dónde sucedía la escena. Le pedí al policía que pare de pegarles –ya todos los chicos  estaban en el suelo estremecido de dolor- y me dice: “Tengo órdenes de arriba de que todo chicos con gorra de este barrio, tiene que ser llevado a la comisaría”, y ¿por qué les pega?, le pregunté. “Para que aprendan. Este barrio es inseguro gracias a ellos”, respondió.  Luego todo fue descontrol. Los vecinos más cercano se acercaron a repudiar los dichos del policía, que al final me los dejó en guarda a los adolescente, y se retiró al grito: “Total yo vivo, en el centro, ustedes son los que viven acá, cuando les pase algo no me vengan a reclamar”. Los chicos (Tute, Mateo, y otros  dos que no me acuerdo el nombre) me agradecieron, y se fueron cada uno a su casa. En ese instante, mi hermano baja del colectivo, después de una larga jornada escolar. Tiene puesta una gorra Nike violeta con la pipa plateada. Siempre me pregunté que hubiese pasado, si ese día yo no estaba ahí y mi hermano, no estaba en la escuela.
Esa historia marco un antes y un después. Ahora si tenía que escribir. Y la primera duda que me vino a la cabeza, fue porque están tan mal catalogados, los adolescentes de un barrio, cuando con mis propios ojos, puede ver que no le hacen daño a nadie. Y entendí: nadie, jamás, se sentó a escucharlo a ellos.

La entrevista se realizó el lunes de 2 de julio, en la vereda de mi casa. Si bien, fue difícil que comiencen a hablar, luego de varios minutos, fueron perdiendo la timidez, y empezaron a mostrarse cómo son. Había que parar cada cinco minutos, porque llegó un momento que se pisaban entre ellos, y hablaban todos juntos, pero de a poco nos fuimos organizando. La entrevista duró dos horas.

Lo más gracioso, fue lo que vino después: cómo la tecnología no está en sintonía conmigo, sin querer apreté un botón que no correspondía del grabador, y ¡se borró todo!. Así que la tuvimos que volver a hacer.
Para ese entonces, ya había pasado un mes. Estaban tan emocionados por la entrevista anterior, que corrieron la voz, a otros. Ese día esperaba a 6 chicos, pero grata fue mi sorpresa: cuando me bajé del colectivo y me esperaban sentados en el umbral, 16 personas. Si la otra entrevista, fue desorganizada, con esta tarde cinco horas en hacerla, en el medio las gaseosas y las papas fritas, eran el plato del día. Y a pesar, de que sabían que se trataba de  un trabajo para la facultad, todos preguntabas si la entrevista saldría en La Capital. Me lo preguntaron tantas veces, tan ansiosos, excitados y positivos que pienso, que ellos mismo, ¡van a terminar llevando la historia a La Capital, para que lo publiquen!.

Durante toda la recolección de datos, creé un grupo en Facebook, Los Chicos de Necochea (Primero el grupo se llamaba Los Pibes de Blt (Barrio La Tablada), luego se cambió a Los chicos de Necochea, y después terminó siendo LOS PIBES DE NECOCHEA Y GARIBALDI), dónde cada uno escribía lo que quería. Así puede juntar decenas de fotos, comentarios, además desde allí le realicé preguntas a cada uno, para una pequeña biografía y para poder conocerlos más. En ese lugar, me enteré de sus gustos y preferencias, cuáles eran sus canciones favoritas, que otro grupo de chicos le hizo una canción al barrio, que se juntan los viernes a jugar a la Play, entre otras cosas. Luego de la nota final del trabajo, el grupo de Facebook, quedará como vía de comunicación para ellos. Lo mismo pasará con el blog que se creó.

El próximo verano, estos adolescentes, crecerán. Si bien faltan seis meses para que el verano se aproxime, los adolescentes, tal como diría mi abuela, “crecen rápido”. Y no recorrerán más el barrio en bici, esta vez, más crecidos, más “grandes”y gracias a los padres, que trabajaron duro para comprárselas, la moto transportará a estos chicos por el barrio. Algunos ya la tienen, y se pasan lo que queda del invierno tuneándolas y otros, estudian a más no poder, ya que solamente si pasan de año en el colegio, la tendrán. Acá, termina mi historia, pero, para ellos comienza otra, que esperan, pueda ser contada.

Texto Argumentativo sobre Vivir en La Tablada


Según el nuevo periodismo, la investigación es una de las bases. Como periodista tuve que manejar la mayor información posible, antes de concretar la entrevista con los chicos. De esta manera, para cuando ellos hablaban “en su idioma” o de algún lugar del barrio, yo lo conocía. Leer fragmentos del libro del profesor de historia Jorge Malla, llamado "Historia del Barrio Tablada y de la Biblioteca C.C. Vigil", me ayudo en este paso. Además recorrí el barrio con ellos, para sentir más de cercar sus historias. En esta historia, el periodista, asume mayor protagonismo, ya que da su visión personal de los acontecimientos.
Otra parte que utilice del Nuevo Periodismo, es que los textos se leen y escriben como si fueran relatos; está bien que se leen como relatos, pero manteniendo las mismas exigencias de precisión, verificación, objetividad e investigación del buen periodismo. No fue tarea fácil. Hubo demasiadas entrevista que no use, pero que investigué igual, porque me interesan saber, sobre que pensaban e la droga o de la inseguridad. Sabía que ese testimonio no lo iba a utilizar en el relato, pero sin embargo necesitaba la opinión de los entrevistados, para comenzar a escribir.
Hay una renovación en las formas de narración de reportajes, crónicas y entrevistas. En vez de entrevistarlos fuera de su territorio, los adolescentes me invitaron a pasar un día con ellos. Por esta cuestión, la narración del relato fue diferente: palpé lo mismo que ellos, pude sentir lo que sentían. Por eso, se utilizó un lenguaje muy urbano.

En “El periodismo vuelve a contar historias” de Eloy Martínez, dice muy claramente que el periodismo instala siempre una pregunta. Preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar: ésos son los verbos capitales de una profesión en la que toda palabra es un riesgo. En mi caso, partí de una pregunta para comenzar la investigación, pero a medida que pasaban los días, nuevas preguntas iban aflorando. Cuando más investigaba mas dudas tenía.
            “La narrativa como estrategia: el lector ya conoce la información, tiene una manera personal de ver el mundo, una opinión sobre lo que pasa. La gente ya no compra diarios para informarse. Los compra para entender, para confrontar, para analizar, para revisar el revés y el derecho de la realidad” es lo que dice el texto.
Según Eloy Martínez: “No se trata de narrar por narrar. Algunos jóvenes periodistas creen, a veces, que narrar es imaginar o inventar, sin advertir que el periodismo es un oficio extremadamente sensible, donde la más ligera falsedad, la más ligera desviación, pueden hacer pedazos la confianza que se ha ido creando en el lector durante años”. En mi texto, trate de que la confianza que me brindaron estos chicos en contar sus historia, sea lo más sincera posible, si bien, hay relatos exagerados, trato que cada historia, este contada tal como lo hicieron ellos, por una cuestión de confianza.
“El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a vida completa. El periodismo no es una camisa que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo. Es algo que duerme con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas vísceras y nuestros mismos sentimientos”, tal como lo describe Martínez, así me sentí en esta investigación.
            “El periodismo encuentra su sistema actual de representación y la verdad de su lenguaje en el momento en que se impone una nueva ética. Según esa ética, el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué y el cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez” explica el texto “El periodismo vuelve a contar historias”.


En el otro texto de Martínez “Ficciones Verdaderas”, refiere: “Todo acto de narración es, como se sabe, un modo de leer la realidad de otro modo, un intento de imponer a lo real la coherencia que no existe en la vida. Y todo narrador, a la vez, es una esponja que absorbe lo que ve y lo que lee para devolverlo transfigurado. El relato selecciona imágenes, palabras, órdenes de palabras, acciones que se dan de otra manera en la realidad”. En este relato que realicé, traté de cómo dice Martínez, leer la realidad de otro modo, porque más allá de lo que digan los medios de comunicación sobre el barrio, sentí que no todo era así. Que existía otra realidad, que merecía ser contada.
Toda ficción es una reelaboración de algo real, como sucede en la narración sobre los adolescentes del Barrio La Tablada. “En el caso de las ficciones verdaderas el gesto de apropiación de la realidad es más evidente y su interdependencia con el imaginario de la comunidad dentro de la cual el texto se produce y con el momento en el cual se produce es, también, mucho más clara” explica Martínez.
 El lugar que ocupa esa escritura: ese lugar es el lugar de la verdad. Y es el único que vale, porque al narrar una historia, muy ligada al presente de la ciudad de Rosario, no se puede desfigurar ningún personaje y ninguna escena.
“En el caso del periodismo y de la historia, entonces, es el medio, el género, lo que decide que allí está la verdad” manifiesta Martínez en Ficciones Verdaderas.
Lo que me llevó a escribir esta historia, fue por un determinado episodio de la realidad que suscitó un inmediato interés, acaso no por el episodio en sí mismo, sino por toda la red de significaciones que desata.
De Ochs, me quedó con la siguiente frase sobre la narración: “Tienen como objeto una evaluación moral de un hecho, de una acción, de un estado sicológico”. Y tomo la palabra sicológico con todo lo que a ello se refiere. Los ciudadanos de Rosario, que no viven en La Tablada, están influenciados por los medios de comunicación que llaman al barrio “muy inseguro” o “donde abunda la droga”, crean en los demás una psicosis colectiva, sobre el lugar.
Cuando Ochs, escribe sobre la trama: “Anuda elementos circunstanciales como escenas, agentes, instrumentos, actos, propósitos en un esquema coherente que gira alrededor de un suceso excepcional y perturbador” en el relato trate de describir como se sentían ellos, por las situaciones vividas, y trate de contarlo tal cuál sucedieron.
Además Ochs, explica que la trama “Debe tener un principio, un medio y un final. A veces, esta progresión no es tan evidente”, en mi narración, si bien hay principio y final, cuento historias que ocurrieron en otro contexto que se entrelazan con el presente.


Albert Chillón sostiene que el mundo “adquiere sentido sólo en la medida en que lo traducimos lingüísticamente. Pensar, comprender, comunicar, quiere decir abstraer y categorizar lingüísticamente”. Esta narración no se ajusta a las características netas de una investigación periodística. En otro momento sería necesario investigar a todos los grupos del barrio, para hacer una radiografía más exhaustiva del barrio.

Para Chillón "No existe una realidad objetiva sino múltiples realidades particulares, múltiples experiencias, cada una de ellas hecha en palabras, vivida con y en palabras que permiten hacer inteligibles las imágenes recordadas o imaginadas, sensaciones e instintos".
Esas realidades subjetivas adquieren sentido y son comunicables para los demás en la medida en que son verbalizadas, puestas en palabras y organizadas en enunciados lingüísticos. Este texto toma la realidad de un grupo del barrio, pero existen decenas, la realidad del relato es subjetiva a ellos. “La comunicación, pues, es el acto de poner en común las experiencias particulares mediante enunciados, con el fin de establecer acuerdos intersubjetivos sobre el mundo de todos, el conjunto de mapas que conforman la cartografía que por convención cultural llamamos realidad”, expresa Chillón.
Según Chillón, "Se somete la materia prima documental a un tratamiento que se podría definir como fabulador. Se eliminan los contornos precisos de hechos y situaciones auténticas para conferirles una suerte de condición legendaria que los extirpa en parte del discurso histórico y los traslada a una especie de mundo mítico, casi utópico y ucrónico".
Chillón agrega, "Como recurso se usan múltiples voces que proporcionan un contrapunto. Los personajes principales, líderes, aparece poliédricamente pintados por las voces de diferentes testimonios y, al mismo tiempo, todos juntos, conforman un coro multitudinario y anónimo: son entes sin biografía ni personalidad definida, simples voces desprovistas de corporeidad". La narración estudiada, si bien en narrador es uno sólo, muchas voces formas la historia.
"Por encima de todo, se planea la convicción y el propósito de alcanzar un conocimiento verdadero sobre los hechos sucedidos recomponiendo el rompecabezas documental con que cuenta el periodista cuando empieza a escribir. Se parte de una sólida base documental pero escribe prescindiendo de las formas expresivas del periodismo convencional: no es necesario proporcionar al lector identificaciones ni atribuciones completas: ni fecha el tiempo de la acción con exactitud, puede ofrecer apenas datos, pocas cifras y nada de estadísticas; tampoco es imprescindible recrear declaraciones de fuentes institucionales cuando no son absolutamente imprescindibles", destaca Chillón.

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