jueves, 16 de agosto de 2012

Vivir en La Tablada





Tú sabes que somos Tablada…
Hay cría y corazón!
Siente el fuego, las reglas del juego las pongo yo!
Canción Popular de barrio


I

El barrio desde Av. Circunvalación
A cuarenta cuadras del centro de la ciudad, nace el barrio La Tablada. Según fuentes oficiales, en La Tablada una persona es asesinada cada veinticuatro horas. Casi todos los asesinatos son ajustes de cuenta. La bala no distingue ni hace diferencias, las edades de los ultimados oscilan entre los 13 y 50 años. Muchos de ellos, no pertenecían al barrio estaban de paso, a otros el destino les jugó una mala pasada. Las madres del dolor, se duplican día a día.
El problema principal de lugar no son los vecinos, no son los adolescentes, no son las motos, tampoco el espacio geográfico donde está ubicado. El mayor problema es la droga, que abunda por doquier.
Y allí en el medio de tanta violencia, los vecinos del lugar, olvidados por las fuerzas policiales y los gobernantes de turnos, intentar realizar su rutina diaria, tratando de imaginar que es un barrio tranquilo y seguro.

II

Apenas prendó el televisor esa mañana, los conductores de un programa matutino, dan la noticia de la destrucción de un búnker de drogas en el barrio La Tablada. Una topadora irrumpió en Ayacucho al 3800, y destruyó por completo una pequeña edificación de cuatro paredes. El secretario de Seguridad Comunitaria, Ángel Ruani, agentes de policía y del Ministerio, se jactan de la buena acción del día. A cincuenta metros, otra búnker realiza sus actividades normales. Por esa misma calle en trescientos metros, se encuentran otros ocho búnker. De la misma forma, los vendedores de la “droga” se duplican, están presentes en cada kiosco, en cada casa marcada. Tres días después, el búnker destruido volvió a emerger entre los escombros.
Llegar a La Tablada no es fácil. El último recorrido por el barrio del colectivo -107 o 122-, es a las 18.30. El próximo colectivo tomará una decisión drástica: si se sube un policía para custodiar, el chófer hará el recorrido normal, pero si no lo hace, como es habitual, recorrerá el barrio perimetralmente, dejando a la deriva a todos los vecinos.
Entrar allí es sinónimo de inseguridad. El chofer mira de reojo, quiénes son los que todavía quedamos arriba, en último semáforo antes de introducirnos al barrio en Colón y Ayolas. Se hace la señal de la cruz, y sigue.
Las zapatillas atadas en los tendales de luz, el gran basural que se asoma en Pasaje Villar y Necochea, y el gran tráfico de motos, generan incertidumbre a los desconocidos, pero para los vecinos es un paisaje común.

III

Axel, Fede, Tomy y Bruno
Axel, recién llega de la escuela, como la más cerca es una técnica y la mayoría de los adolescentes del barrio concurren allí, la jornada es doble turno. Está cansado, pero no le impide que un mensaje de texto, lo haga salir de la calle. Es junio y hace frío. Dos cuadras al sur en Garibaldi y Necochea, Ulises y Brian están sentados en la vereda, mirando las motos al pasar.
Axel se encuentra con Bruno y juntos se llegan a donde estaban Ulises y Brian. Los cuatros juntos, vuelven a la casa de Axel, donde los esperan Walter, Facu, Tommy, Lucas,Alan, Carlos y Leito. Entre todos compran una gaseosa de tres litros y papas fritas.
Apenas me bajo del colectivo, la cumbia, música característica del barrio, invade mis oídos. El celular de Carlitos está a punto de explotar por la fuerte música que sale de él.
Ulises, tiene la gaseosa en la mano. Hace una seña y todos nos damos vuelta para escuchar lo que va a decir, se tienta por una mueca de algunos de sus compañeros y la gaseosa se vuelca por toda la vereda. Durante las siguientes tres horas, será él, el punto de todas las cargas y bromas. Tiene 13 años y es el más joven del grupo, su hermano Manu también forma parte del grupo, pero todavía no llegó, esa día cursaba Taller a la tarde en la técnica.
Ser tantos, en tan poco lugar, no es problema para ellos, se acomodan en donde puedan, en cualquier lugar vacío que encuentren. Siempre tienen tema de conversación, anécdotas que contar. Esta semana, previa a las vacaciones de invierno se vieron todos los días. Así y todo, siempre tienen algo nuevo que contar.

IV

En SUM
El sábado pasado, todos fueron a bailar a SUM, la discoteca para menores que se encuentran en Maipú y San Luis. A la salida, el papá de  Brian,  se había comprometido en irlos a buscar, pero el auto nunca arrancó. Eran las 2 de la mañana. Caminaron hasta 9 de Julio, para tomarse la línea 122 del colectivo. Lo esperaron una hora. Cuando se subieron, le preguntaron al chofer, si agarraría la calle Necochea, su recorrido habitual. Pero no, debido a la ola de inseguridad el colectivo deja de circular por el barrio a las 19 y vuelve a su recorrido habitual a las 6.30 de la madrugada. En 27 de Febrero y Colón, el conductor – iban sólo los chicos arriba del micro- alega que siente mal y detiene el colectivo. Los chicos se bajan y se sientan en el umbral. El colectivero prende el coche y se aleja a gran velocidad, dejándolos a la deriva. Caminaron veinte cuadras desiertas para llegar cada uno a su casa a las cinco de la mañana. Hoy, es una anécdota que recuerdan entre risas.
En otra ocasión, Axel, Manu, Ulises, Bruno y Walter, volvían de bailar en la misma línea, esta vez el chofer prometió doblar por donde correspondía, pero al igual que la vez anterior, no cumplió y siguió derecho sin avisar. Se bajaron en Grandoli y Ameghino. Caminaron cinco cuadras hasta Garibaldi y Necochea, dónde Manu, Ulises, Bruno y Walter se metieron en sus casas, Axel tuvo que caminar tres cuadras desoladas, para llegar a su casa. Ese día llegó a las 4.30. La disco termina 1.30, y se encuentra a treinta cuadras del barrio.
Para ellos, vivir en La Tablada es así. Todo cuesta el doble, todo tarda el doble. Ser aceptado afuera del barrio, también es difícil. Apenas comentas entre desconocidos que vivís ahí, la cara les cambia por completo, el concepto que tenían antes de vos, cambió para siempre.

V

El Basilon en pleno ensayo
Me siento. La risa de estos adolescentes es contagiosa, Bruno recuerda aquella vez, que caminó a lo de su abuela para visitarla. Una señora muy coqueta, caminaba delante de él. La mujer, pensó que le iba a robar, y se cruzó de vereda, Bruno también lo hizo. La mujer lo volvió a hacer, Bruno igual. Bruno adelanta su marcha y apenas roza a la mujer para pasarla, está agarra su cartera con toda su fuerza. Bruno se da vuelta y le dice: “Soy de La Tablada, pero no robo señora, también hay gente buena”. La señora se queda shockeada por un momento y después sigue su marcha. Por realizar está hazaña, se olvidó de que iba a la casa de su abuela, y se pasa tres cuadras. Todos se burlan de él, le hacen broma. Él está con la conciencia limpia, espera haber cambiado el concepto del barrio, por lo menos en esa mujer.
El frío empieza a ceder. Manu se baja del colectivo y se encuentra con sus amigos, le pide a Axel una campera prestada. La felicidad brota de sus ojos. Le acaban de confirmar que el día 26 de agosto tocaran con la banda que tiene junto Ulises (su hermano), Walter, Brian, Facundo, Keis, Cocota y Lalito. La banda es reciente y se llama El Basilon, el género es Cumbieton, una mezcla de cumbia y reggaeton. Ulises toca el acordeón, Manu toca la conga. Ambos aprendieron a usar el instrumento por Internet. El dinero no alcanza para pagar un profesor, pero no impidió que alcanzar sus sueños, ser músicos. Tocar en Plaza de la Madre, el 26 de agosto significará abrir otra puerta al mundo que tanto anhelan, más sobre, ser teloneros del grupo de cuarteto Bambam. El sueño está a punto de cumplirse. Walter toca el bajo, Facundo toca el güiro, Brian el timbal, Cocota el bongó, Lalito el teclado. El cantante es Facundo. La banda surgió, el día del cumpleaños de Ulises, con el dinero que le regalaron se compró un güiro, unos días después Manu se compra el timbal, solo tocaban entre amigos, hasta que se les acercó Facundo, la voz. Él fue quién consiguió la futura presentación.

VI

Mostrando sus "viseras"
Ser adolescente en el barrio, significa tener un bicicleta. En los días de verano, es imprescindible tenerla. Con ella recorren lo largo y lo ancho de La Tablada. En las siestas de verano, si uno se asoma al balcón, es posible ver una banda de amigos, generalmente entre 10 y 15 pibes, circulando con sus bicis. La regla es muy simple: el que no la tiene lleva la pelota. Tan es así que en el barrio hay seis bicicleterías, que funcionan todo el año y no cierran ningún día festivo.
Estos grupos, que ha medida que crecen de edad se van difuminando y separando, y llegando a ser enemigos por distintas cuestiones, generalmente la droga termina con ellos, la bicicleta los une por largo rato, con historias que después recordarán a lo largo de los años. Los adolescentes que hoy veo andar, son hijos de otros adolescentes que también gastaron las calles del barrio con sus dos ruedas.
Pero los tiempos cambian. El próximo verano, estos adolescentes, crecerán. Si bien faltan seis meses para que se aproxime, los adolescentes, tal como diría mi abuela, “crecen rápido”. Y no recorrerán más el barrio en bici, esta vez, más crecidos, más “grandes” y gracias a los padres, que trabajaron duro para comprárselas, la moto transportará a estos chicos por el barrio. Algunos ya la tienen, y se pasan lo que queda del invierno tuneándolas y otros, estudian a más no poder, ya que solamente si pasan de año en la escuela, la tendrán.

VII

En Garibaldi y Necochea
Oscurece en la ciudad. Los colectivos van desapareciendo de la transitada calle Necochea. Las motos empiezan a circular cada vez con más frecuencia. Los locales guardan la mercadería que se encuentra en la calle, para ir cerrando. Antes de que cierre el almacén, Axel compra la última coca del día. Algo tienen claro, para el resto de los ciudadanos de Rosario, La Tablada es una villa, un lugar inseguro, donde da miedo entrar. Para ellos es un barrio, que los vio crecer y donde encontraron lo más preciado de la vida del hombre: la amistad.
¿Cuál es el mejor barrio para vivir?, es la pregunta que me hago mientras los veo bromeando, compinches entre ellos. La respuesta casi automática a esta pregunta, es que no existe un mejor o un peor barrio. Ningún barrio es 100 por ciento seguro, ni siquiera en los barrios más allegados al centro, “los más seguros”, uno no esta 100 por ciento a salvo de la realidad social de nuestro país. En La Tablada, la realidad social se respira a cada instante. Los vecinos soportan la droga, los tiros, las peleas. Así como lo soportan, se ayudan entre sí el almacenero fía, a esa mujer porque sabe que sino sus hijos no comen. Los niños que llegan en puntitas de pies a la ventana del kiosco, siempre se llevan caramelos demás, como yapa. La humildad florece por los rincones.
Porque un ladrón viva en el barrio no significa, que todos seamos ladrones. Porque un vecino se drogue, no significa que todos se droguen. Que un adolescente delinca, no significa que todos los hagan. Que los medios de comunicación “piensen” que es un bario inseguro, no significa que los vecinos lo vivan así.

VIII

Los chicos siguen charlando. Están tan tranquilos, relajados y serenos, que no quiero preguntar más nada. Para mí la entrevista terminó acá. Me llevó el recuerdo un imagen mental de todos sentados en la vereda, contando una y otra vez las mismas historias. Le pido a Axel, mi hermano, que se cruce a almacén y compre unas pre pizzas y queso. Esta noche, todos comemos en casa, en mi barrio La Tablada.

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